Cada 1° de Marzo, Día Mundial de los recicladores, no puedo evitar pensar, reflexionar y valorar a este sector de trabajadores y trabajadoras de servicios y provisión de materias primas de las industrias, que se volvieron indispensables y esenciales para la salud de la humanidad y el planeta en las últimas décadas.
Estamos viviendo una crisis socio ambiental mundial, una crisis civilizatoria, producto de un modelo de producción y consumo global que está dejando una huella ecológica y social muy profunda cada vez más visible, devastando la naturaleza y generando un nivel de contaminación que, según los informes científicos y académicos, estamos viviendo la sexta extinción masiva de especies, pero el primer resultado de la mano del hombre. El antropoceno hecho cultura, tan denostado por los ambientalistas y ecologistas.
En este escenario casi apocalíptico emerge, como parte de un “saber ambiental” necesario y urgente, el trabajo de esos hombres y mujeres que recuperan los distintos residuos “reciclables” como el papel, cartón, plásticos, metales o vidrios, asegurando la provisión de los materiales a las industrias del reciclaje. Me animo a decir que, al menos en Latinoamérica, son el eslabón más importante de las cadenas de valor de un negocio internacional que mueve miles de millones de dólares.
Hacia un reciclaje inclusivo y una economía circular.
Desde el año 2014, Entre Ríos cuenta con la Ley N° 10311 de gestión integral de residuos urbanos que determina que los Municipios deben incorporar a los grupos y cooperativas de recuperadores como parte de los sistemas de higiene urbana y manejo de los RSU (residuos sólidos urbanos), es decir como parte de la solución de este problema socio ambiental y cultural sumamente complejo. También hay que decir que sin separación en origen en los hogares, empresas e instituciones públicas y de la sociedad civil, nunca lograrán la sustentabilidad económica y menos la dignidad y el respeto que se merecen por el trabajo que hacen. Es importante incorporar el hábito de clasificación de los desechos que generamos, pero más importante es educar con una mirada crítica acerca del consumo/consumismo y los valores que se ponen en juego en cada acción de nuestra vida cotidiana.
En los últimos años, los Municipios entrerrianos que intentan mejorar la gestión ambiental de esta difícil agenda lo entendieron muy bien, y vamos viendo cómo se fortalece y visibiliza este sector que hoy cuenta con más de 16 cooperativas en la provincia. Las más recientes: “El Turquiño” y “Creando Valores “de Hasenkamp y General Ramírez respectivamente.
Se va consolidando así un proceso de articulación intersectorial y una política pública inclusiva desde la Secretaría de Ambiente provincial, la Secretaría de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social, el Instituto de Promoción de cooperativas y mutualidades, los municipios y la Fundación Eco Urbano con los y las recicladoras. Son alianzas necesarias para abordar este conflicto recurrente en todo el territorio.
Finalmente, en Paraná, nuestra casa compartida, los recuperadores de Un Sueño Cartonero, Nueva Vida y los Recicladores del Paraná se han vuelto parte del paisaje en las calles de la vecinal Sáenz Peña, los barrios del Sur o el mismo centro. La ciudad capital tiene una deuda
socio ambiental histórica con el manejo de la basura, que se refleja en nuestros arroyos urbanos, basurales en la periferia y “nuestro” Volcadero centenario. Y en este marco destacamos la decisión municipal de poner en marcha el programa “Recuperemos valores”, que incluye formalmente a los recuperadores en el sistema de gestión de residuos.
Éste es el tiempo que nos ha tocado, un tiempo de crisis y de necesarios cambios culturales y fundamentalmente de valores: solidaridad, compasión, responsabilidad… donde el paradigma del cuidado es fundamental, tanto del cuidado del ambiente como de las personas y de todos los seres de la comunidad de vida.
Horacio Enríquez
Director Ejecutivo
Fundación Eco Urbano